Es una suerte, su cercanía
Que vivamos a unas cuadras
El uno del otro; que cuando
la estrenó, puedo ir hasta su
comarca,
a su aldea, caminando
Sin cruzar montañas escarpadas
estepas heladas, ríos infranqueables
el andar interminable de varias semanas,
con sus noches y plenilunios
Hasta dar por fin con ella, para preguntarle
Si en realidad me extraña, como extraña mi corazón
al suyo, que es verdad,
como dicen las piedras
de la encantadora de la aldea,
que no podemos vivir, el uno sin el otro
Al llegar a su casa, no he encontrado. En su lugar
hayo a su criada, una adorable anciana de carácter
huraño y osco, unas cuantas gallinas
y
unos patos, y el sol reinante, del medio día
en su trono en el centro del patio
La amable anciana, con sus pocas palabras
y sin dejar de sacarle las plumas de un finado gallo,
juntos a una cocina de leños encendida
me ha informado, Que buena amiga, mi sol de los días,
se ha ido
a pasar una temporada en una finca
de la
familia de su prometido
y es ahí, cuando retomo mi vuelta, este pequeño viaje,
de unos cuantos pasos, cruzando montañas
escarpadas, estepas heladas, el andar interminable
por varias noches, bajo sus cielos
nocturnos, estrellados, de infinitas estrellas,
solitarias todas ellas.
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