sábado, 31 de diciembre de 2016

Eran las once y media





  Eran las once y media de noche
La música que venia de todas partes
    /como  de ninguna
Como la voz, de un semidios soberbio y vengativo
se encarnizaba con Atilio y Troyanos
  el arbolito estrenaba sus nuevas luces
originaria de honk kong
sentellante, parpadeaban
como las luces de las estrellas lejanas
Se regodeaba nuestras imágenes, en parabolas
de cristal de colores
Los faroles del patio le hacían
una segunda voz al infinito
de un cielo cálido, nocturno de verano
La tv encendida, puesta allí
como si fuese, la misma creación
de un cuadro victoriano
Donde se representaba
Las figuras, de unos monigotes parlantes
nos mostraba su soledad
y a la vez éramos por ella representados
Las  aspa de  un vintilador
terribles como las del tiempo
que no seseaban de girar ni por un segundo
ni por el cansancio, ni el hastìo
con su cabeza oscilante
que nos buscaba en la reunión
como si nos reconociese como un rostro generoso
el techo de madera parpadeante de luces
azules, verdes, anaranjadas, se nos antojaba
como lo de un parque de diversiones
De pronto, la luz que era centro, nuestros ojos
  dejo de alumbrarnos,los motores dejaron,
dejaron de rugir como animales enjaulado
se hizo el silencio, tan atronador
como el de un disparo
fue a la vez tan inesperado, como una pregunta
la música cánselo para siempre, su función
nuestro murmullo se hicieron de un eco
la lumbre de fuego y como las luces de las pantallas
de los telefonos eran más intensas
tan cegante como el peor de el oscurantismo
la teve dejo de emitir sus anuncios comerciales
libres de sus consejos, nos atormento nuestra libertad
Tan inesperada, como no querida
el arbolito volvió hacer una sombra, de un ayer
De una pared tan oscura, como para nuestra creencia es la muerte
el ventilador deja de cambiar el aire
que permanecía espeso, ofuscantes
 como un pensamiento recurrente
alguien, se apiadó de nuestra presencia
Y trajo un candelabro al cetro de la mesa
donde se podía divisar las siluetas, de algunos dulces
el adornado brilloso de un pastel de pan
tan ilucionado, abierto con sus fauces herida, despansurada
de frutas abrillantadas
del otro lado de la mesa, se podía divisar
 las formas fantasmal, femenina unas botellas
la cristalería fina de un próximo brindis
otros quisieron, improvisaron con un cajón y una guitarra
una tonada festiva
que no dejaba  de  ser trágica
Como las sombras fantasmales, de un batallón derrotado
que emerge para nosotros desde las propias sombras
con sus voces maltrechas por el odio, de un vino rancio y descuidado
y eran las once y media de la noche
y todavía faltaba media hora
para que fueran las doce.


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