domingo, 5 de abril de 2015

Es una leyenda urbana



Es una leyenda urbana
Que una mujer le enseño a su perro
A lamer dulce
Un dulce chirlo y espeso
Que comúnmente se utiliza en repostería
Que la mayoría le pasa el dedo
O lo unta a una tostada, o las masitas
Que carecen de dulce
Con una cuchara o un cuchillo
Cuando desayuna o en la merienda
Que los niños comen, inocentemente
Mientras preparan la tarea del cole, o ven la tele
Primer se puso un poco
De ese dulce, bajo sus piernas
Un poco más arriba de sus tobillos
Luego del lado de adentro de sus muslos
Bajo su falda
Y el perro se hizo adicto a lo dulce
Para mi es una leyenda urbana
Yo no creo en esas patrañas
Que un perro pueda hacer esas cosas
Primero una mujer me hizo adicto a los dulces
Luego se puso un poco de ese dulce, bajo sus piernas
Del lado de adentro de sus muslos
Cada vez que la veía llegar, la identificaba con lo dulce
Cada vez que escuchaba su voz
Llamándome, diciendo mi nombre, Pichu vení
Una alegría indescifrable, se volcaba dentro mío
Una satisfacción, que solo se podría comparar
A la que se provocan en mis glándulas salivares
Cuando tengo una idea de lo dulce
La proximidad de su piel, la cercanía del interior de sus muslos.







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