lunes, 1 de agosto de 2011

Nos pareció tan injusta la muerte




Nos pareció tan injusta la muerte
Que la quisimos confinar
A un sitio a un lugar
a una silla
Pero ya sin la muerte
Redundando en nuestras mente
En nuestros pupitres, en nuestros trabajos
En nuestras armas
Los niños no quisieron
Irse temprano a la cama
Se quedaban capturando estrella
Sin dormir toda la noche
Sin saber que frías eran las primeras
Horas de la mañana
Y decepcionados se levantaban al medio día
Cuando el sol hacia rato ya había desayunado
Y perezoso estaba sentado al lado de un perro
Ya fue inútil verse en los espejos
Nuestras calaveras sonrían sin dientes
En lugar de nuestras fotos
Ya nada más murió
Salvo los que estuvieran
Condenados a sentarse en esa silla
Ya nadie deseo nada
Pues supieron lo contrariado
Que era nuestros deseos
Quien amaba el invierno
Le resultaba eterno
Lo mismo quien deseba el verano
Y todos tuvieron la nostalgia
De la pérdida de algo
Aunque más no sea un deseo.



Clog dance – Ferdinand herold

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