sábado, 4 de julio de 2009

El ancia del deseo de la locura que transpiaras


Puedo ir hacia el río
Pero no seria mió
Escribir tu nombre
Incrustarlo en Metales preciosos
Pero no lo haría más bello
Hacer que tu cuerpo
Entre todo en mis manos
Pero seria como darles la libertad
Su voluntad, la vida
Como abrirles las jaulas a los pájaros
Podría reflejarme en tu piel descalza
Reconocerme una vez nombrado
Volver hacer un extraño
El cazador que es devorado por su presa
El ladrón que vive atrapado
Descifrarme en el deseo
Perecer en sus instantes
En la paz del desdichado
En la certeza del que duda
Las ansias del desesperado
Ser un tormento que lucha
El agua que evocas
La locura que transpiras
Los gemidos que se expiran
Las horas que se evocan
El tiempo y las cosas
Lo sutil que se abandona
Una vez que se termina.

2 comentarios:

Esmeralda dijo...

Edu: Inevitablemente el deseo muchas veces trae aparejado esto que tú claramente describes
“Reconocerme una vez nombrado
Volver hacer un extraño
El cazador que es devorado por su presa
El ladrón que vive atrapado
Descifrarme en el deseo
Perecer en sus instantes
En la paz del desdichado"

Pero tan solo cuando al deseo le sumas la expectativa de que mañana halles nuevamente una pisada a tu lado,
Beso Esmeralda

Eduprecidente dijo...

Esmeralda: hoy si existiera ese lugar, seria este ahora, seria estas palabras que destellan sobre una pantalla, una melodía surge del silencio, con una danza de dedos sobre un teclado y un corazón que te responde en el sentir, sin hablar, ni saber de pasos.
Besos Edu